Tras causarse una fisuara anal por apurar su depilado íntimo, Helen, la adolescente protagonista de este relato-confesión, se encuentra en la unidad de Medicina Interna del Hospital de la Virgen del Perpetuo Socorro. Espera la visita de sus padres divorciados, confiando en que ambos se reconcilien junto a su lecho de hija convaleciente. Mientras tanto, se dedica a analizar aquellas regiones de su cuerpo que la opinión biempensante suele considerar poco propias de la atención de una muchacha de su edad, y pido al enfermero Robin que saque fotos de las zonas que escapan a su mirada exploradora.
Porque a Helen, siempre dispuesta a ir al fondo de las cosas, a las experiencias extremas, incluso hasta donde éstas producen asco (como ella misma declara), la mueve una indomable curiosidad por su propia anatomía, por sus recovecos y orificios y por los múltiples aprovechamientos que ofrecen para maximizar el placer. En efecto, a la muchacha le gusta el sexo: en solitario o en pareja, con aguacates que cultiva tiernamente en un vaso de agua o con prostitutas de burdel a las que llega a dar más de una lección; por vía anal, oral y vaginal, menstruando, con chocolate o con riego previo... Eso sí, oliendo siempre a su aroma natural: pues esta dieciochoañera es un cuerpo rebelde que rechaza visceralmente los dictados de la higiene y de la estéril, por falsa, estética de las revistas de belleza femenina.
Generalmente después de leer un libro tengo opiniones divergentes, es raro que me guste mucho o no me guste nada. Siempre encuentro fallitos o cosas que se podrían mejorar y lamentablemente el libro de Charlotte Roche ha sido de los que más claro me ha dejado mi opinión al respecto. Si googleáis el libro os encontraréis con multitud de páginas y opiniones: que si es un manifiesto feminista, que si es una contribución al nuevo feminismo, que si es pornografía, que si es pornofeminismo, que si nunca se había escrito nada igual sobre el cuerpo femenino, que si es una oda al cuerpo de la mujer... todo el mundo ha dado rienda suelta a sus empanadas mentales, pero yo me pregunto ¿cuál es el objetivo de la literatura erótica hacia el lector? Entiendo que la provocación que lleva a la excitación (a lo mejor me equivoco). Entonces, si no sois fetichistas de las secreciones corporales, lo tenéis difícil.
Y es que la autora creo que ha pretendido escribir un relato innovador, valiente y atrevido sobre la sexualidad de una adolescente y no se ha dado cuenta (pensando bienintencionadamente) que de evocadora estaba pasando a repugnante y, lo que es peor, insustancial. El personaje protagonista se va desdibujando a medida que sucede la historia y es devorada por la sucesión de anécdotas a la cual más asquerosa sobre sus preferencias a la hora de perfumarse, escoger sus productos de higiene íntima, sus juguetes sexuales o su obsesión por probar cada secreción que sale de su cuerpo. Todo este anecdotario está narrado con profusión de detalles lo que lo hace doblemente perturbador. Así, si la intención era provocar (se dice que es una lectura para la masturbación) rubor sexual, conmigo ha sido un fracaso casi total. Y digo casi porque la escena que pudo ruborizarme fue la del rasurado que le hace un hombre al que acaba de conocer -por cierto, me recordó mucho a la de Las edades de Lulú-.
No pondría más objeción alguna -como he dicho antes, a un fetichista de las secreciones le encantará- si no fuera por la inexistencia psicológica del personaje protagonista. Al final ya no sabes si se comporta así porque quiere llamar la atención de sus padres, si tiene un trastorno mental o de personalidad o por lo que yo me decanto, que para la autora el personaje no tiene importancia, es plano y está vacío porque no es lo importante más allá de crear unas reacciones lo más polémicas posibles. Zonas húmedas me ha parecido un libro tramposo.
"Se moja ambas manos y humedece una zona extensa de mi bajo vientre. Desde el ombligo hasta la parte superior de los muslos, luego desde los labios de la vulva hasta el ano y el comienzo de la raja del culo. La coliflor la mira con lupa. Una carrera de obstáculos para la afeitadora. Después me echa espuma sobre las partes mojadas, lo que me produce cierta vibración en los labios (de abajo). Grrrrrr. Masajea un poco la piel con la espuma y coge la maquinilla. Empieza por los muslos. Va quitando los pelos púbicos que crecen en dirección a las piernas. Luego pone la maquinilla debajo del ombligo y se detiene. Se reclina un buen trozo para tener una mejor visión de conjunto del área, frunce el ceño con aire pensativo y dice todo serio:
- Me gusta que el vello llegue hasta esta altura. Lo voy a dejar así y quitaré sólo por los lados, de modo que nos quede una franja larga y oscura hasta la raja. A partir de allí y hasta detrás lo quitaremos todo". (páginas 54 y 55)
ROCHE, Charlotte. Zonas húmedas. Barcelona: Anagrama, 2009. 206 pág. ISBN 9788433975164.