True Blood
El debate está bien candente en la sociedad que retrata Alan Ball en True Blood, su nueva serie después de A dos metros bajo tierra (que debo confesar que no he visto), cuya protagonista Sookie Stackhouse una joven rubita y virginal se enamora de Bill, un vampiro que desea integrarse y que acaba de recuperar las propiedades de su familia en el pueblo de ambos, Bon Temps en Louisiana. Por supuesto los habitantes de pueblo en cuestión se ven divididos entre progres que defienden la integración de la minoría chupasangre y los conservadores que los tienen por adoradores de Satán, que pervierten a los jóvenes con sus deseadas artes amatorias.
Los asesinatos de chicas del pueblo que han tenido relaciones con vampiros ponen en el punto de mira a Bill como sospechoso y se verá tentado a regresar con sus compañeros los vampiros que no desean integrarse y que no disfrutan nada de la sangre sintética embotellada, y prefieren cazar a la antigua usanza.
Lo que más me ha gustado de True Blood, a parte de la cuidada estética de la serie, es el ambiente extraño, surrealista, freakie y supersticioso del escenario. Un pueblo de la América profunda donde el alcoholismo es tratado con un exorcismo se ve de lo más normal del mundo, sus habitantes son raros, raros, raros, pero encanta verlos por la tele, vaya, una suigéneris vampírica de la tarta de cerezas de Twin Peaks, y que los académicos no me muerdan por favor, a no ser que sean vampiros...Para todos los que tengáis Canal + ¡felicidades! el jueves día 4 se estrena en España y si no siempre os quedan las descargas, por ejemplo aquí, y los subtítulos aquí. Vedla, que os encantará.








