domingo, 4 de octubre de 2009

Copenhague (IV)

Copenhague es una ciudad fácil de visitar porque no es demasiado grande y bastante llana así que para pasear es ideal, pero sobretodo es genial si la ves en bici. Durante todos los días que estuvimos allí contemplamos con desespero las estaciones de bici municipales vacías, y es que sólo debes introducir una moneda (el mismo sistema que te permite coger un carrito en el súper) y ya tienes la bici, sin restricciones horarias. Supongo que a los ciudadanos de Copenhague mucha falta no les hará porque todos llevan sus propias bicis (chulísimas, por cierto), pero para los guiris es genial. Lo malo es que no hay muchas, así que el último día que estábamos en Copenhague, elAbogado y yo tuvimos la suerte de encontrar dos bicis disponibles y nos dispusimos a dar una última vuelta por la ciudad.

Salimos del barrio universitario, que es muy recomendable visitar a fondo porque es precioso y muy animado (no os perdáis la biblioteca...) y nos fuimos hasta Amalienborg pasando por la iglesia Marmorkirken, como su nombre indica es toda de mármol, que hizo edificar Frederik V a mediados del siglo XVIII pero que se quedó a medias por falta de fondos y hasta finales del XIX no se acabó. Por fuera da una sensación de grandiosidad y amplitud, pero cuando entras dentro ves que en realidad es pequeñita, pero muy cuca.


Cruzamos los jardines Amaliehaven y llegamos hasta el paseo marítimo que bordeamos agradablemente ya que estaba atardeciendo, la brisa era fresca y los rayos de sol cálidos. Una delicia. Llegamos hasta los muros de Kastellet, una ciudadela fortificada con un edificio en su interior construido en forma de estrella de cinco puntas protegido por lienzos de 20 metros de altura.
Antes de cruzar el foso y entrar a Kastellet nos entretuvimos admirando la iglesia Skt. Albans Kirke que se construyó expresamente para la princesa y futura reina Alexandra, que se casó con Eduardo, príncipe de Gales, y futuro rey Eduardo VII. Por eso esta iglesia de estilo neogótico inglés acoge principalmente a la comunidad británica de la ciudad.
Al lado de la iglesia está mi monumento preferido de Copenhague: la Fuente de Gefion, la mayor de la ciudad. Recrea la leyenda que dice que el rey de Suecia, Gylfe, le ofreció tanto territorio como ella pudiera labrar en una noche. Entonces, ella transformó en bueyes a sus cuatro hijos, fruto de su unión con un gigante noruego (!). Toda la tierra que consiguieron labrar se conviertió en la isla de Sjaelland. Es espectacular la fuerza y potencia que transmite la escultura.

Y para acabar nuestro recorrido en Copenhague nos despedimos de la Sirenita, que no es tan decepcionante como dicen algunos. Muy mona y cuca, llena de turistas que se encaraman, la pobre. También nos saludamos con Hans Christian Andersen, ya que al día siguiente nos dirigimos a su ciudad natal, Odense.

3 comentarios:

Cristina dijo...

Me está gustando mucho tu crónica de Copenhague, que es uno de esos sitios a los que no me importaría nada ir. Y desde luego si voy me pasaré por tus entradas antes :)

Mis padres estuvieron el año pasado y, entre otras cosas, volvieron encantados con la fuente de Gefion y con la leyenda que hay detrás que, desde luego, es muy bonita. Yo no sabía nada hasta que no me lo contaron.

Anónimo dijo...

Al llegir les teves explicacions torno a recordar tot allò que vam veure, i cada vegada m’agrada més Copenhague.

Irisibula dijo...

Cristina: la fuente de Gefion es maravillosa. En fotos gusta, pero en vivo es espectacular cómo recibes toda la fuerza que transmite.