¡Va por ustedes compañeros enfermitos!
sábado, 31 de octubre de 2009
Tos sepulturera
¡Va por ustedes compañeros enfermitos!
domingo, 25 de octubre de 2009
Taking it easy
jueves, 22 de octubre de 2009
Dexter y El oscuro pasajero, de Jeff Lindsay

Parece que Dexter no tiene problemas, que vive por inercia, pero todo es puro fingimiento, debe ocultar su secreto. Un oscuro pasajero que viaja en su interior y que cíclicamente llama a su puerta para dar rienda suelta a su verdadero yo: un depredador asesino que mata como quien juega al tenis para liberar estrés. Gracias a su padre adoptivo que le inculcó un código de valores, Dexter sólo mata a los de su propia especie, asesinos.
Conocí a Dexter en la televisión gracias a la serie y me fascinó la dualidad de su personaje, tan maravillosamente interpretado por Michael C. Hall que consigue alojar a las dos facetas de Dexter sin artificiosidad ninguna. Es tan seductor que estremece.
Fanática como soy de los títulos de crédito, que me lo leo todo, vi que la serie estaba basada en una novela y me picó la curiosidad. La serie era tan buena que me parecía difícil que la materia prima no fuera también de gran calidad. Así que me la presté en la biblioteca y me reencontré con Dexter, pero en la intimidad literaria (oye, que leer entraña mucha intimidad).
Y me sedujo otra vez. Fue aún más estremecedor que en pantalla y no sé si será porque considero que es más difícil conseguir que el lector se crea esa dualidad por escrito que interpretado. Jeff Lindsay juega muy bien con las voces narrativas y la doble psicología de Dexter te asusta a la vez que empatiza contigo y hace que te parezca simpático.
A Dexter lo podemos leer más de una vez ya que Lindsay ha construido una serie literaria, y aunque la primera temporada sí es un reflejo bastante fiel de la primera novela, lo bueno es que a partir de la segunda la televisión y la literatura van cada una por su lado. Así tenemos ración doble. Y para acabar, deleitaros con los títulos de crédito.
Me encanta cuando se afeita...
LINDSAY, Jeff. El oscuro pasajero. Barcelona: Urano. 251p. ISBN 84-95618-83-4.
Bibliotecas de la provincia de Barcelona donde podéis coger este libro en préstamo, y la serie también
sábado, 17 de octubre de 2009
El gusto del cloro, de Bastien Vivès

Siento que no tengo un bagaje lector suficientemente amplio y heterogéneo, no domino en profundidad la terminología y no me atrevería a decir qué es lo que determina que un cómic sea bueno o no como para lanzar opiniones al aire tan buenamente.
jueves, 15 de octubre de 2009
¡Quiero bailaaaaaarrrr!
martes, 13 de octubre de 2009
Pon a un ilustrador en tu salón
No dudé un momento en imprimirme la ilustración y colgarla en mi cocina, que le va que ni pintado. Aunque, claro, está impresa en una cartulina sencillita. Todo muy casero, vamos.
Si tuviera la oportunidad de comprarme una lámina suya en condiciones, no lo dudaría. En Casa Anita siempre tienen expuestas ilustraciones de diversos autores, aunque son un verdadero capricho para la economía familiar. Así que cuando he leído en Son risas y silencios sobre Printastic me he emocionado. Se trata de una galería de ilustraciones colgadas por sus autores que se reproducen por demanda en glicée con el consecuente abaratamiento del coste.

Que por 30€ tienes un Riki Blanco. A mí me gusta ésta. Y también me gustan las ilustraciones comiqueras de Miguel Brieva o alguna más subidita de tono para mi habitación.
domingo, 11 de octubre de 2009
y si viniera Penélope Cruz a la biblioteca...
Cuando pienso que nunca nadie va a superar la última pregunta y/o anécdota que me hacen o me encuentro en la biblioteca, siempre hay algún usuario dispuesto a sorprenderme. Así que querría compartir con todos vosotros lo que me dijo una mujer el lunes pasado en la sala infantil. Os pongo en situación:
Estaba a punto de empezar una sesión charla para padres, profesores, interesados... sobre obras de la literatura infantil que tratasen el tema del miedo, los maestros que debían venir no lo hicieron y daba mucha penita ver a la chica que tenía que dar la charla prácticamente sola, pobrecilla. Así que me dispuse a buscar padres para ver si los animaba a enterarse de las recomendaciones en literatura que les ofrecíamos. Después de un par de convencidos y un par de negativas, salen del ascensor dos mamás con sendos carricoches de bebé y voy a por ellas.
Sobre la charla me dicen que no les interesan los libros, a lo que yo respondo con un gesto circunspecto (escondía la profunda reflexión que se desarrollaba en mi interior: "¿y a qué habéis venido?") Ante el fracaso total de la operación abducción de la pareja de mamás con carricoche me dispongo a la búsqueda y captura de otros papás, pero las susodichas me lo impiden.
Tienen una pregunta que hacerme y yo, solícita como soy, me preparo con la mejor de mis sonrisas:
- Mira chica, es que queremos celebrar el cumpleaños de los niños y queríamos saber si aquí en la biblioteca ofrecéis este servicio.
- Ummmm, ¿a qué tipo de servicio se refiere?
- Pues eso niña, a tener la sala infantil, los globos, la merienda, esas cosas.
- Pues no, la biblioteca no ofrece esos servicios, pero una vez vi como en el bar de la planta baja organizaban un cumpleaños. Así que si quieren pueden bajar y preguntarlo allí.
- Ah, no, es que ahí en el bar queda muy abierto, muy público.
- 0_0
- Lo que queremos es celebrarlo en la sala infantil, pero sin niños. Queremos alquilarla para nosotras.
- Ya, pero es que la biblioteca es pública, el servicio que ofrecemos es público, para todo el mundo, y no podemos cerrar la sala para ustedes, ni pagando, porque no se puede, que es público. (Inciso: os habéis encontrado en la situación de querer explicar algo que es tan obvio que parece que no hay palabras para desarrollar la cuestión y os repetís os repetís y os repetís. Pues así de perpleja me sentí yo).
- Me estás diciendo que si viniera Penélope Cruz a la biblioteca...
- 0_0
- ... y te dijera que quiere alquilar la sala infantil para hacer el cumpleaños de su hijo, ¿le diríais también que no?
- Pues claro, la biblioteca es pública y no podemos cerrar una sala para organizar actos privados. Disponemos de salas para organizar actos de asociaciones culturales, entidades y demás, pero no actos privados.
- (la señora pone cara de perro) Pues vaya servicio que ofrecéis...
Como os decía al principio, esta anécdota creo que figurará durante mucho tiempo en mi lista particular de situaciones biblio-extraño-bizarras-sin sentido, aunque nunca se sabe leyendo lo que leo en diferentes blogs biblio anecdotarios (uno, dos, tres, cuaaatrooo)...
jueves, 8 de octubre de 2009
Burlando a la Parca, de Josh Bazell

–Tranquilo, doctor –me sugiere.
Lo que lo explica todo, almenos. Incluso a las cinco de lamañana, no soy la clase de tío al que se suele atracar. Soy como una estatua de estibador plantada en la Isla de Pascua.
Pero el capullo me ve bajo el abrigo los pantalones azules del pijama sanitario y los zuecos de plástico verde perforados, así que piensa que debo de llevar drogas y dinero encima. Y que a lo mejor he hecho alguna especie de juramento de no patearle su culo de tonto del culo por tratar de asaltarme.
Apenas tengo drogas y dinero suficiente para pasar el día.Yel único juramento que he hecho, según recuerdo, es el de no tener propósito de hacer daño. Me parece que ya hemos pasado de ese punto.
–Vale –digo, alzando las manos.
La rata y la paloma se han largado. Cobardicas.
Me doy la vuelta, movimiento que me aparta la pistola de la nuca yme deja con lamano derecha levantada por encima del brazo del capullo. Lo agarro del codo y tiro bruscamente hacia arriba, haciendo que sus ligamentos salten como tapones de champán.
Detengámonos un momento a contemplar el prodigio que llamamos codo.
Los dos huesos del brazo, cúbito y radio, se mueven por separado, y también giran. Lo que pueden comprobar poniendo la palma de la mano hacia arriba, posición en la cual el cúbito y el radio se encuentran en paralelo, y volviéndola luego hacia abajo, postura en que se cruzan formando una equis. Necesitan, por tanto, un complejo sistema de anclaje en el codo, con los ligamentos envolviendo los diversos extremos óseos en unas tiras rebobinables semejantes a la cinta pegada en el mango de una raqueta de tenis. Es una pena romperlos".
martes, 6 de octubre de 2009
Copenhague (V): Odense

Visitando el museo se entera uno de toda, toda, toda la historia del escritor: desde su pobreza natal, su condición de gran viajero, sus comienzos como artista, su aislamiento social, sus complejos físicos, sus dificultades en el amor... todo, todo y todo.


domingo, 4 de octubre de 2009
Copenhague (IV)



jueves, 1 de octubre de 2009
Copenhague (III)

La visita al complejo industrial (que siguió a la pequeña fábrica de cerveza en el centro de Copenhague) se realiza empezando por la Puerta de los Elefantes (emblema de la fábrica) y por la Doble Puerta. Ambas son características del eclecticismo arquitectónico que se vivió a finales del siglo XIX. Los elefantes son espectaculares, aunque también es curioso contemplar el friso que se halla sobre la Doble Puerta y donde se puede ver al cervecero rodeado por su familia y colaboradores como si estuviera contemplando el resultado de su trabajo.
Vale la pena pagar la entrada al centro de visitantes y museo, ya que no es excesivamente cara, y la visita es muy interesante ya que se pueden ver documentos, objetos y películas que destacan el contraste en las antiguas formas de elaboración y distribución de la cerveza y las actuales basadas en la alta tecnología. Los antiguos talleres aún están activos, ya que a modo de parque temático de la cerveza, se pueden ver a diversos monigotes que representan los antiguos oficios relacionados con la cerveza: la tonelería, la carrocería, la fragua, el laboratorio y las cuadras que llegaron a albergar 12 caballos de tiro y que actualmente alojan a Jacob. No dejéis escapar la oportunidad de darle paja y acariciarlo así como al gato del jardín.
A los que os gusten las colecciones, sabed que en el museo se encuentra la colección más grande del mundo (certificado por los récord Guinnes, si os sirve de algo...) de botellines de cerveza sin abrir. Para cuando visitamos el museo (agosto 2009) disponían de 18.630 botellines, 14.778 de los cuales estaban expuestos. Por supuesto que hicimos el guiri y recorrimos la colección buscando nuestras cervezas autóctonas, y no fueron pocas las que vimos.
Y si os gusta beber cerveza, debéis pagar la entrada ya que con ella os regalan dos consumiciones que podéis degustar a la salida, en el bar. Como nosotros éramos siete, nos plantamos con 14 cervezas que poco más o menos nos tuvimos que beber entre mi cuñada y yo (¡vivan las bibliotecarias borrachas!). Las dos salimos bien contentas de la Carlsberg, para qué negarlo...
Después de la salida cerveza decidimos ir a descansar un poco al hotel (y es que las cuñadas bibliotecarias íbamos un pelín piripis) y por la tarde elAbogado, su hermano elUrbano y yo nos fuimos al que dicen es el parque de atracciones más antiguo del mundo, el Tívoli. Inaugurado en 1843 son unos jardines preciosos, con un aire antiguo y trasnochado, que albergan atracciones clásicas que se combinan con algunas más modernas. Los puestos son también antiguos, o vintage si queremos ser glamourosos, y cuando creí que no vería un carrito de helados pasar, pasó. Maravilloso. Y encima no es un sitio para nada guiri, ya es un punto de encuentro entre los daneses.
Cuando anochece todo el parque se ilumina y su encanto se multiplica por mil. Aunque la entrada no es barata, vale mucho la pena su adquisición para que todo ese espíritu trasnochado te invada. Además si no te gustan mucho las atracciones puedes comprarte una entrada sólo para pasearte y si quieres subir sólo a alguna puedes pagar sólo por lo que te interese a pie de atracción. Los dos hermanos se subieron a una de caída libre, que ni de coña probé, pero me obligaron a subir a la araña enorme que veis en la foto que no es más que unas cadiretas (lo siento, no sé cómo se dice en castellano), pero muy endemoniadas porque subían muy muy alto e iban bastante rápido, con la ausencia de un cinturón y un arnés a juego con la altura que pillaba el aparato. Pasé un poco de susto, pero las vistas de la luna llena sobre la ciudad fueron impagables.
Lo pasamos en grande también en los autos de choque, los hermanos pensaron que podrían conmigo, pero les di unos buenos golpes y se sorprendieron de mi manejo del volante. Lástima que no hubieran una caseta de tiro para que fliparan también con mi manejo y puntería con la escopeta. Finalmente salimos del Tívoli a las doce de la noche con un buen cubo de palomitas y una bolsa de chucherías. Nos sentimos como niños.