miércoles, 8 de noviembre de 2006

Pasen y vean...

Por qué será que con unas personas te llevas mejor y con otras peor...Se podría decir que por afinidad de caracteres, factores comunes en relación a la vida que se lleva, aficiones parecidas, temas de los que hablar en los que congeniáis, misma ideología política, etc. Pero a veces sin saber por qué con algunas personas sientes algo especial. Algo que te conecta a ellas aunque seáis diametralmente diferentes.

Y luego está la familia. Ese reducto de personas en el que de golpe y porrazo te ves envuelto sin haber pedido que te acepten en su círculo. Aquí sí que no hay remedio. Si te llevas mal, no entiendes como compartiendo mismos genes les veas como a auténticos bichos raros. Si te llevas bien, es la gozada. Actualmente, a través de un amigo, he conocido a una familia estraña. Estraña porque se quieren profunda y sinceramente. Podríais decirme que eso le pasa a mucha gente, pero yo creo que no. Puedes querer a tu familia porque te toca y porque vas a coincidir con ellos sí o sí, pero siempre quedan esas pequeñas pullitas que tarde o temprano te gusta clavarle a menganito o que te menganita te acaba clavando a ti.
Pero en esta familia todos son integrantes al mismo nivel. Los padres no están un escalón por encima ni dicen lo que tienen que hacer a los hijos, que ya son granaditos pero que tampoco eran aleccionados de pequeñitos. Todos mantienen un profundo respeto por el prójimo familiar y aunque cada uno disponga de su personalidad y entre en conflicto con la del hermano, madre o padre, no discuten, pelean, se alzan la voz... se aplican la frase "donde empieza mi libertad acaba la libertad del que está a tu lado". Es un caso bonito y suertudo, ya que de esta forma bien los hijos podrían haber salido como auténticos asilvestrados del monte que entran y salen sin cumplir unas normas básicas de convivencia. Quizá hayan tenido la chiripa que se da en poquísimos casos.

Y luego están aquellas personas que acaban siendo tu familia por decisión propia. Aquel amigo que está siempre ahí, que te saca de quicio, pero al que adoras sobremanera. Aquel profesor de literatura que te marcó en el instituto y que parecía que te protegería siempre de las malas literaturas y que te abrió puertas a mundos desconocidos. Aquellas personas a las que sí te apetece invitar en Navidad a cenar en tu casa. Aquellas a las que quizá veas menos, pero que sientes muy cerca.

¿Y aquellas personas que sientes que su corazón late al mismo tiempo que el tuyo? Aquellas que sientes que están unidas a ti por un cordón umbilical invisible. Aquellas que sientes que son hermanos del alma...de las que crees que no te separarás nunca. En mi interior espero y deseo con toda mi ingenuidad, inocencia y esperanza que aunque ese cordón se corte, ese corte sea limpio y preciso para que no haya heridas imposibles de sanar, y que cuando esas personas se vuelvan a encontrar sus corazones latan al unísono aunque cada uno en su propia caja torácia.

Que rara es la gente...

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